Ya te he contado mi fracaso de los 25 años y el de los 30 años y es cierto que entonces no aprendí nada, así que a los 37 años cuando me vi en la necesidad de emprender de nuevo, me lo plantee de otra forma.
Lo primero que hice fue hacer un plan de empresa… el análisis me dijo que necesitaba una inversión de 50.000€. Ya os adelanto que no los tenía, estaba en paro y mi familia no tiene posibles, con lo cuál mi sueño se volatilizó tal cual nació.
Metí mi proyecto en un cajón y decidí que mientras se me ocurría qué hacer, empezaría a construir mi marca personal. Era una desconocida en el mundo de los emprendedores y si quería estar entre ellos, debía hacerme visible.
Lo primero que hice fue empezar un blog donde contaba todos los descubrimientos que hacía sobre coworking y emprededuría. Así fue cómo descubrí los eventos para emprendedores.
Vi que había un movimiento a nivel mundial que se llamaba iWeekend y el formato era reunir a un grupo de emprendedores y mentores durante un fin de semana y empezar a generar proyectos.
En 3 meses, en colaboración con 3 emprendedoras más hicimos iWeekend Mallorca. No solo fue un éxito del cual nacieron empresas que hoy están en activo, sino que me dio la oportunidad de comentar mi proyecto con los mentores.
Fue mi primera conversación sobre Mínimo Producto Viable, lo sé suena a chino, a mí también me lo pareció, pero tenía mucho sentido y lo más importante… pasaba de «De mayor quiero tener un coworking» a la probabilidad real de tener mi coworking.
¿Cómo?
Poniendo en marcha la versión más simple de mi proyecto, en mi caso primero fue «vender el coworking sobre plano», es decir, la oficina estaba vacía, así que hice un plano en el que se veía todo lo que el espacio iba a tener, y una vez supe con cuanta gente contaba para arrancar, equipé solo los puestos que necesitaba.
Esto me dio dos ventajas, la primera, reducir la inversión de 50.000€ a 5.000€, algo que ya era muchísimo más asumible y lo segundo y más importante para mi, poder ir adaptando el coworking a las necesidades reales de las personas que iban llegando.
Si tienes una idea en mente y lo que te frena es la inversión económica, plantéate las siguiente preguntas:
¿Qué es lo que puedes hacer con los recursos que tienes?
¿Puedes hacer una versión más pequeña o con menos funcionalidades?
¿Qué pasaría si redujeras a un único producto (o categoría de productos) o servicio?
A veces nos encerramos en la idea de que si no es exactamente cómo queremos no podemos poner nuestro proyecto, pero… ¿y si haces una versión más simple? ¿Podrías empezar a vender ya? si la respuesta es afirmativa, ¡Hazlo! No solo por iniciar la actividad cuanto antes, sino para poder empezar a «testear» el mercado desde el primer momento y averiguar si tu idea tiene recorrido.
Aprovecha la «beta» de tu negocio y pide feedback a tus clientes, incorpora las mejoras a medida que las vayas detectando. En Lean Startup hay una máxima que debes aplicarte: Mejor hecho que perfecto.